martes, septiembre 29, 2009

amor a primera vista

He pasado mil veces por el mismo lugar y nunca me había fijado en él, me pregunto cómo fue que pase antes sin mirar?, tal vez porque nunca me acerque tanto… tal vez porque nunca llegue hasta donde él esta.


Caminaba junto a mis hermanos por la plaza Santo Domingo, en el fascinante centro de la ciudad, lleno de esa magia pintoresca y esa gente diversa, saturado de atractivos arquitectónicos y culturales, repleto de barriada y arrabal; nunca había andado por ahí con mis hermanos, mi hermano cuidándonos de reojo, supongo que tanto gandul con finta de rapero martajado le producía un poco de alerta, y más, cuando te asedian ofreciéndote documentos y demás cosas que ni vale la pena mencionar aquí, mi hermana iba tranquila, un poco adolorida aún de su espalda pero tranquila porque iba con nosotros, yo… yo disfrutaba la caminata, contemplaba lo que podía sin detener mi andar y atenta a todo a mi alrededor.



Lo primero que vi a lo lejos fue el magnífico campanario de la Iglesia de Santo Domingo, nuestro rumbo era de sur a norte, así que lo distinguí desde que caminábamos sobre Donceles, cuando dimos vuelta en República de Brasil alcance entonces a mirar el resto de la Iglesia, hermosa en su estilo barroco, con su combinación de terracota rojizo (como el tezontle) y cantera, sus esplendidos arcos, sus balcones
y sus relieves, su portón de madera alto y pesado, abierto de un lado solamente, y ese aspecto de construcción vieja… tornada en colores ocres y grises… sus palomas posadas en lo alto y su campanario… salí de mi transe cuando un fulano de facha poco agraciada y amistosa se nos acerco y le dijo a mi hermano –documentos, facturas, que le ofrezco joven- mi hermano muy cortes como siempre solo emitió un no gracias y seguimos caminando; entre la iglesia y yo ahora se contemplaba una fuente a media plaza, desconozco de quien es la figura que descansa ahí sobre un monumento, en medio de la fuente, lo que pude apreciar es que aporta un descanso para los turistas y caminantes, la gente se detiene no a ver el monumento ni a leer la placa, sino a descansar, a platicar, a comer.


Seguimos andando, pasamos la fuente y quedamos frente al portal llamado de los Evangelistas, jamás me había acercado tanto, me fascino ver que las columnas que soportan los balcones del segundo piso están tapizadas de estantes de madera como de los años 60, se nota por el trabajo y el acabado de la madera que tienen ya muchos años ahí, pueden notarse las capas de esmalte una sobre otra, y los anuncios que sobre salen “IMPRESOS LA MASCOTA – ALACENA 8” y tantos más que llenaron mis ojos y mis sentidos, detrás de estas “alacenas” las entradas a los negocios de impresos, y mucha, mucha gente… ofreciendo un sin número de cosas… y entonces lo vi…



Mis ojos escaneaban el lu
gar para no perder nada, letreros, piso, paredes, gente… mi recorrido visual me llevo a un espacio donde mis sentidos se detuvieron y se concentraron en un instante, me pareció tan hermoso… en una camisa azul cielo, un tanto deteriorada pero impecablemente limpia, un pantalón café de tela comercial, sin ostentación ni atavíos extraños, zapatos boleados en negro, una chaqueta ligera color beige y un porte que tenía mucho no miraba en alguien, su piel morena clara resaltaba en el cielo de la camisa, su cabellera era el punto focal más intenso, tupida y crespa, y de un tono gris con matices en plata y negro, su rostro inscrito en arrugas y lunares pero tan apacible, supongo que tenía unos 80 años, tal vez un poco menos, sentado en una postura erguida sobre una silla vieja frente a un escritorio pequeño, tecleando ágilmente en una máquina de escribir antigua, de esas que pesan más que un niño mediano, tal vez algunos ni las conozcan, pero ahí estaba, con los lentes a media nariz, y un libro abierto de lado izquierdo de la máquina, tecleando y transcribiendo, me pareció encantador al grado de que se me fue el aire y no pude más que pensar en una fotografía; me pareció tan sublime el hecho de que en plena era de la comunicación, cuando las computadoras te permiten hasta leerte la voz, cuando los pensamientos se convierten en letras en un instante y en ese mismo momento viajan distancias inimaginables, en esta época de internet y tecnología avasalladora aún pudiera encontrar en mi camino un escribano!!, que hermoso vivir de, para y por las letras!!, que maravilloso que aun pueda ir con alguien a que me transcriba una carta de amor, un documento extraño o un libro…!!, cuántas cosas habrán escrito esas manos?!..., cuántos secretos sabrán?!, cuantas palabras de amor eterno y dolor conocerán?!, cuántas veces se habrán conmovido esos ojos por lo escrito?!, cuantas veces habrán temblado esas manos al escribir secretos y dudas ajenos?!... cuantas cosas que no logro ni imaginar…


La sensibilidad del momento me sacudió, mi hermana y yo seguimos a mi hermano al local donde recogería sus impresiones, mientras esperábamos la imagen del escribano me llevo a mi abuelo y las fotografías que conozco de él cuando era joven, imagino que ese escribano en su juventud seria como mi abuelo, gallardo, trabajador, con lucha por delante y un caballero como la época lo estilaba; al salir del local me acerque al escritorio donde sin distraerse el escribano seguía en su libro y sus teclas, me incline y le dije –buenas tardes señor, me permitiría tomarle una fotografía?- el hermoso anciano volteo a mirarme por sobre sus lentes y con una dulzura sin forzar me dijo –por supuesto señorita, como no-, inmediatamente se acomodo y sin
hacer poses ni petulancia siguió escribiendo, yo me aleje un poco y tome un par de fotografías, estaba emocionada y no lo podía evitar, me acerque nuevamente, volví a inclinarme y le dije –muchas gracias señor- con una sonrisa que no podía yo quitarme, el sonrío dulcemente y me dijo –es un placer señorita-.


Y mi corazón y mi alma se ensancharon de emoción,
de fe, de alegría… de tantas cosas…


M
is hermanos y yo seguimos andando, topándonos con la magia de México, con la maravillosa diversidad de los mexicanos… que prodigio poder vivir y disfrutar cosas tan simples como una paloma posada en un campanario… como una madre compartiendo una torta con su pequeño… como un anciano escribano luchando contra la modernidad y su desapego… que maravilla poder vivir y sentir… que alegría poder enamorarte a primera vista de personas que los demás no ven.

3 comentarios:

Ivy Miranda dijo...

Amiga, que narración tan linda; hiciste que me transportara a Santo Domingo (el colmo, no?; estoy tan cerca).

Gracias por tus letras.

Un abrazo

Jorge Arce dijo...

LLeno de imágenes este texto. Ahi estuve con ustedes caminando y conociendo. Un abrazo

Anónimo dijo...

hermanita ....
yo que camine contigo esas calles hasta ahora puedo entender tu emosion..........
te quiero mucho, nunca dejes de
escribir............