Cada día de existencia merece un gracias a Dios y a la vida, merece una sonrisa y un ensueño.
Cada momento del día merece un beso y un te quiero, un abrazo y mucho cariño.
Cada respiro merece hacer conciencia de quiénes somos y del ejemplo que damos.
Cada noche merece sueños azules y cálidas esperanzas del día que viene.
Cada alimento que hacemos merece un eterno gracias y un deseo para los que no lo tienen.
Cada risa entre hermanos y amigos merece ciertamente eso… ser feliz.
Cada caricia de nuestros padres merece un recuerdo inmortal y perenne… indestructible.
Cada beso de nuestros niños merece una sonrisa compartida y contagiada… amor puro.
Cada minuto en tranquilidad y soledad merece una vida sencilla y llana… una vida.
Cada regaño y error merece una reflexión y un aprendizaje perpetuo.
Cada año que termina merece un recuento de daños y agradecimientos, de errores y aciertos.
Cada año que comienza merece un cumulo de sueños y proyectos, de planes y anhelos.
Cada segundo de existencia merece vivirlo… agradecerlo… compartirlo y sentirlo.
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